jueves

20. Agua

Todo se siente lejano, distinto. Es como haber perdido la memoria y tratar de recuperarla en lo que ahora llamo cotidiano.
Busco recovecos donde caber, espacios donde encaje en silencio. Sin molestar a nadie, sin que nadie me moleste.
Cada sentido se me eriza, escucho todo, lo veo todo, lo siento todo, más no termino de entenderlo.
Camino despacio y tomo mucha agua como indica Murakami en After Dark. Me aferro a los silencios para no tener que dar explicaciones, para no tener que hablar con nadie.
De repente, bajo la regadera se me salen lágrimas revoltosas que se escurren y se largan, sin hacer mayor alarde, por la coladera.
En otros momentos se me sale la voz quebrada, me dejo llevar por recuerdos de canciones, que fluyen y se clavan en mis oídos y pienso que es el único sonido que reconozco con certeza.
Me quedo con lo estático, tratando de no absorber nada, tratando de que pronto el tiempo haga de las suyas y me quite ésta sensación. ¿Me pregunto si la felicidad sabe lo complicada que es?
Tomo mucha agua y camino lento. Leo demasiado y pienso, y pienso de nuevo. No llego muy lejos con mi cabeza en este estado. Bebo agua como si fuera un mantra, como si quisiera que mi 75% de líquido se convierta en 100% y entonces me transforme en agua evaporada y me vaya como nube a ese recoveco donde sí pertenezco. No soy gas, soy pura lluvia. Lluvia de barra, entre dulce y salada. Me quedo quieta y bebo más agua.

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