lunes

30. La cabeza a Medusa

Ésta es la cara de alguien que lleva una noche sin dormir porque tiene que estudiar todo lo que debió haber aprendido en el semestre. Éstas son las ojeras más grandes del mundo emplastadas en el rostro de un par de nuevos padres porque el bebé no para de llorar... Nunca. Éstos son los labios resecos y la boca empastada de alguien que pasó la noche en un antro o un bar. Éstas son las mejillas agotadas de alguien que ha pasado un par de horas en el hospital esperando a que todo esté bien pronto. Éstos son los ojos rojos, exhaustos y hartos de una editora que lleva varias noches trabajando en un proyecto interminable. Éstas son las orejas heladas de un vagabundo que ha pasado las últimas noches tratando de evadir al frío para poder dormir.

Dormir, tan simple y tan complejo.

El reloj biológico nos indica que al ponerse el sol deberíamos acurrucarnos en la oscuridad y dormir bajo cielos estrellados para después despertar junto con el alba, con el sol alumbrando nuestros rostros y así empezar un nuevo día... Pero no, esas cosas ya no pasan, menos aún en las grandes ciudades, no con toda esta luz artificial que nos grita a la cara, que nos demanda ser usada, que parece incansable y nos obliga a seguir eternamente despiertos. Somos zombies modernos, con pantallas luminosas que apuntan directamente a nuestras pupilas resecas y agotadas. Cuándo por fin logramos llegar a la cama, lo hacemos con ésta nueva extensión electrónica que va de nuestra mano a nuestro cerebro y de ahí directo a lo que nos queda de alma. Pasamos las siguientes dos horas revisando, buscando, contestando, viviendo en un mundo virtual, que si piensan bien, no tiene el menor de los sentidos.

Pero tengo un plan, esta noche me desharé del artefacto, debo ser fuerte y no sentirme tentada a desbloquearlo, igual que Perseo seré paciente y esperaré el momento oportuno para vencer a esta Medusa. Dejaré que el aparato caiga al piso y con la fuerza que me queda lo aplastaré hasta que no queden más que pedazos de vidrio, de cobalto, de aluminio, de cables y circuitos... Después vendrá el silencio, ya no habrán más notificaciones, no más spam, no más mensajes, no más grupos de WhatsApp de los que quiero salirme, no más comentarios absurdos sobre las elecciones presidenciales, no más invitaciones para jugar Candy crush, no más cadenas de oración, ni peticiones, ni fotos de perros, de gatos, de bebés, ni de vidas aparentemente perfectas, no más tweets de Trump, no más selfies, ni videos de comida, no más tutoriales de maquillaje, no más... Después de un breve periodo de abstinencia volveré a estar bien, volveré a ser libre y entonces volveré a dormir.

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