domingo

28. Perder la cabeza

En cualquier momento la cabeza me va a estallar y saldrán disparados pedacitos rosados y rojos y blancos, una mezcla grotesca y resbaladiza de huesos, sangre y sesos. Las personas que están a mi alrededor sentirán un impacto cálido y mojado, a algunos los salpicará en la cara, les caerá en los ojos y se les resbalará por las mejillas, a algún despistado que platica efusivamente o que ríe le caerán en los dientes y aunque escupan de inmediato, les quedará un sabor metálico provocado por la sangre y la materia gris. Ya me imagino el gritadero, todos asqueados y aterrorizados, tratando de entender qué está pasando, verificando minuciosamente que no sean sus sesos los que han explotado, sintiendo un ligero alivio al ver que no es así (brevísimo alivio seguido de temor a ser los siguientes, tratando de identificar la fuente de peligro, hay-tantos-locos-sueltos-en-las-calles hoy en día que no me parece injustificado su temor). Más cuando pase suficiente tiempo para que todos se sientan seguros y cuando entiendan que este fue un acto individual orquestado por el estrés que habita en mi mente, entonces sacarán sus celulares y grabarán y tomarán fotografías, no faltarán las selfies y los hashtags #PerderLaCabeza #IllHaveWhatSheIsHaving. En Twitter seré Trending topic durante 15 minutos o menos, todo depende de cuándo pase the next great thing o si alguien postea un video de gatos o pandas.
En fin, si me explota a cabeza, al menos ya no estaré estresada, ni pagaré impuestos, ni me preocuparé por bajar de peso, ni tendré que trabajar… That’s the dream, right?

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